Hay animales que entran a tu casa,
que pueden causar dicha o desaliento, pero ¿alguna vez, se metió a tu casa un
duende?, la razón por la que un duende entraría a tu casa será para hacer
travesuras y una que otra broma. Un talento especial que tienen los duendes es
ver el corazón y el alma de la persona, te pueden llenar de dicha o llevarte a
la desgracia.
Ulima, era un duende que había entrado a varias casas, pero de todas, una era su joya, los más preciados momentos los paso en esa casa que estaba ubicada en el campo rodeada de árboles frondosos y un sendero de tierra que te lleva al pueblo, tuve la dicha de escuchar su historia.
Una noche tranquila, parecida a esta noche un joven de unos 20 años estaba despierto pensando cómo podría pagarles a esos maleantes que, por desgracia, su madre se había endeudado con ellos, nunca en su vida había mentido, era lo bastante torpe para mentir: las manos le sudaban, comenzaba a temblar y se ponía mas blanco de lo que era.
- Ni siquiera llevo la mitad de la deuda de mi madre – frustrado comentaba con su reflejo que se proyectaba en el espejo que estaba en su cuarto.
- Dios siempre te pido que me ayudes, pero tal vez no querrás oírme – la frustración hizo que pequeñas gotas escapen de sus ojos – Estuve mintiendo a la mayoría de las personas por errores de mi madre, justo hoy quería ir a decirle que no puedo más con esta deuda, pero para suerte de ella partió al otro mundo con una cara sonriente – decía con ironía mientras sus lágrimas caían – ¿cómo pudo morir sonriendo?, es como si su deuda le importara un carajo.
Nicolas; el joven endeudado, sin
hablarlo deseó con todas sus fuerzas que haría lo que sea con tal de pagar la
deuda. Saben que querer o desear algo con desespero es peligroso, un curioso
debió oírlo, y era Ulima.
Justo en ese momento Nicolas escucho el rechinido de su silla mecedora que se escuchaba en el primer piso. Alertado se levantó de su cama, se puso pantuflas y bajo con un candelabro hasta el primer piso. Entonces vio unos zapatos largos de los que sobresalían medias a rayas. Un hombre inteligente no se acercaría a la silla, pero la curiosidad es normal en los hombres. Se acerco más, mas…… y más y vio un pequeño hombrecito con unas orejas largas y un sombrero largo, todo lo que tenia ese ser era largo a excepción de la cara, Nicolas estaba sorprendido, no todos los días vez un duende sentado en tu silla, riéndose al verte perplejo.
- A… O-oye… - tartamudeaba Nicolas, Ulima lo miraba divertido y con esa sonrisa juguetona y traviesa – sa-sabes…
- ¿Alguna de tus oraciones las puedes completar? – reía el duende mientras se levantaba y se paraba en la silla.
- ¿Sabes hablar? – el duende negó con la cabeza mientras reía – Esa si fue una pregunta tonta – dijo avergonzado - ¿Qué haces aquí? Y ¿Cómo te llamas?
- Ulima, y pues escuche un deseo desesperado que venia de esta casa, eres el único individuo aquí porque no percibo otra alma – Hablaba el duende con una sonrisa – Es increíble que estés endeudado y hayas mentido, los momentos de crisis te golpean como un yunque – comenzó a rodear a Nicolas dando brincos.
- Bueno,
estoy desesperado, y cometí muchos errores que me podrían condenar – se sentó
en el suelo Nicolas dejando el candelabro a un lado, le conto toda la historia
al duende.
Ulima escucho atentamente y cuando dejo de hablar el pequeño ingenuo comenzó a ver a profundidad su corazón. Era un buen muchacho, solo era un ingenuo que lo utilizaron y no sabia decir no. Ulima se puso a la altura del humano porque él era pequeño y Nicolas alto, coloco su mano en la cabeza del humano.
- Sabes, te daré el dinero para que les pagues a las sanguijuelas y yo los ahuyentare por ti, pero con una condición – Nicolas asintió, aunque con miedo, no sabía cuál sería esa condición – Siempre ten comida y un lugarcito en tu casa que este acompañado con objetos brillantes
- Quieres objetos
brillantes, cada día – afirmo Nicolas, Ulima reía mientras jugaba con sus cosas
haciéndolo flotar, soltando un “SI” muy juguetón – está bien, será una forma de
darte las gracias.
- Oh, de
nada, aunque a quien le debes dar las gracias es a tu Dios – Su respuesta lo
dejo sorprendido.
A la mañana siguiente con un
ambiente nublado y gris, los maleantes llegaron a su casa, golpearon la puerta
de madera y un asustado Nicolas les abrió, pero se sobrepuso a su miedo y les
dijo que pasen; pasaron y Nicolas en la mesa tenía una bolsa llena de monedas
de plata y un lingote de oro, ellos se acercaron a recoger sorprendidos el
precioso, el majestuoso dinero. Nicolas les dijo que lo tomen y nunca mas
vuelvan. Ellos se rieron pensando que se había endeudado mucho para conseguir
el dinero, lo que no sabían es que Ulima los observaba (es conocido que los
duendes detestan que alguien les robe, el que lo haga tendrá un tormento en su
vida), Ulima se acerco a Nicolas ajito la mano y se fue dando brincos.
Nicolas sabía que volvería así que se baño y cambio para poder ir al entierro de su madre con unas monedas de oro que le entrego el duende antes de irse, en el camino al entierro pensó en el pequeño y cómodo rincón que tenía en su casa, así que se dijo, asimismo.
- Construiré una pequeña casita para que cada vez que venga Ulima se sienta cómodo; la amoblare para que este a gusto – La sonrisa de Nicolas volvió después de mucho tiempo de frustración, y dijo al viento – gracias Dios por mandarme un ser del bosque que tu creaste.
Este es el fin de la historia, Ulima
me lo conto de una forma mas graciosa porque no paraba de reírse, también me
dijo que los maleantes todavía no duermen del susto que les dio.
FIN